En una sesión histórica del Congreso, Lilita Carrió volvió a ocupar el centro de la escena política con una intervención que quedará en la memoria colectiva. Frente al avance del kirchnerismo y sus intentos de blanquear décadas de corrupción, Carrió no se guardó nada. “La corrupción estructural destruyó el alma de la Argentina”, dijo con voz firme, mirando a los ojos a sus colegas y al país entero.

Con el tono profético y la convicción que la caracterizan, denunció el pacto de impunidad entre el poder político y sectores de la Justicia. Habló del sufrimiento del pueblo, del saqueo sistemático al Estado y del silencio cómplice de muchos. Y lo hizo desde un lugar que no es partidario: lo hizo desde la ética pública, desde la verdad sin cálculo, desde esa trinchera moral que eligió habitar incluso cuando la política le dio la espalda.