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Ternura

Nací en Resistencia, Chaco, en 1956. Soy hija del norte profundo, de la lluvia, el calor y la política contada en voz baja, entre mujeres fuertes. Fui abogada, profesora universitaria y convencional constituyente en 1994, cuando todavía creía que se podía cambiar el país desde los márgenes.
Durante años denuncié lo que otros callaban. Lo pagué con soledad, con persecuciones, y con ese tipo de fama incómoda que se gana cuando una se anima a decir la verdad antes de que sea conveniente. Fundé la Coalición Cívica no para tener poder, sino para ponerle límites al poder.
Nunca negocié mi conciencia. Eso me costó muchos amigos y varios cargos. No me interesa la comodidad del silencio: me interesa que haya una república. He sido exagerada, intensa, mística, pero nunca cínica.
Hoy vuelvo a caminar el país, no por nostalgia del poder, sino por responsabilidad. Porque cuando la república se ensucia, hay que volver a limpiarla con firmeza… pero también con afecto.
A esta Argentina de gritos y mucho lodo, hay que empezar a tratarla con mucha ternura.